Veintinueve partidos después ha conseguido encadenar el Alavés dos victorias consecutivas. Buena parte de culpa tenía la escasa solidez del equipo en los partidos de Mendizorrotza.
Encuentros más o menos igualados, por momentos dominados por los locales pero en los que siempre ocurría algo que hacía volar puntos, puntos que se recuperaban en la jornada siguiente fuera de casa. Pero eso era antes.
El Alavés de las últimas jornadas parece haber dado con la tecla. Al menos en Mendizorrotza. Leganés, Zaragoza, Mallorca y Osasuna. Uno tras otro, triunfos trabajados pero holgados en el marcador. Desde aquel gol de Jonathan Vieira a mediados de enero los albiazules no han vuelto a recoger un balón del interior de su portería. Y eso hoy en día es garantía de éxito, más aún si viene acompañado de acierto rematador, como sufrió en sus carnes Osasuna.
Gol en la primera ocasión y sufrimiento hasta el descanso
Salieron los visitantes con el cuchillo entre los dientes. No era para menos. Seis partidos sin conocer la victoria sumaban antes de visitar Vitoria por segunda vez. Muy diferente a cómo llegaban la primera vez. La nieve, la maldita nieve. Aquellos no-partidos contra el Zaragoza y Alavés segaron la buena racha rojilla. Aquella conseguida con los chavales de Tajonar, mientras los internacionales disputaban la Copa de África. Pero llegó el parón, obligado, y con él se fueron la seguridad, la confianza y las victorias. Sustituidos por las derrotas, pero también por las portadas en medios nacionales, por los amaños que dicen perseguir desde la LFP.
El Alavés se veía sorprendido, no era ese el guion. Un par de corners en contra sin haber consumido los primeros cinco minutos, volvían los viejos fantasmas. Había dado entrada Alberto a Toribio en sustitución del lesionado Rafa García. Manu García le dejaba su lugar en el pivote defensivo para ocupar el interior como pareja de Juanma. Pelea y carácter. Pero fue la calidad la que decantó el partido. Toribio, Juanma, Toti corriendo la banda izquierda para poner un centro por bajo. Y Manu Barreiro lanzándose con todo, voleando a puerta y encontrando la red. Golazo.
Se venía abajo Mendizorrotza pero no se vino abajo Osasuna. Todo lo contrario. Tras unos minutos de recomposición retomó las andanadas. Como el cabezazo que Goitia levantó a corner o el remate posterior que se encontró de nuevo con el de Barakaldo. Cogiendo confianza, espantando viejos fantasmas.
Sergio Llamas o cómo finiquitar el partido en 15 segundos
Comenzó la segunda parte sin dueño. Igualdad, lucha, pero sin oportunidades. La escasa renta local daba lugar a las esperanzas osasunistas, estaban a una falta, corner o un rebote de pescar algo de Vitoria. De enturbiar el choque se había encargado el colegiado con dudosas decisiones al borde del descanso. Como esa tarjeta amarilla a Manu García por una falta que quizás ni existió. El gasteiztarra no reprimió su desacuerdo y se jugó la expulsión. Quizás por ello fue el elegido por Alberto para dejar su lugar a Sergio Llamas. O quizás porque el partido pedía más control de balón.
El canterano no lo preguntó, no le interesaba. Le llegaba una nueva oportunidad de demostrar, de aportar, de ganarse el puesto. Para qué esperar. Saque de banda, balón bajado por Barreiro, primer toque de Llamas buscando la entrada de Toti por banda y segundo toque para poner el balón dentro de la red. Muchos meses de lesión que le dejaron en el dique seco al poco de debutar con Natxo González, allá en segunda B y 15 segundos para olvidarlo todo, para volver, para quedarse.
Para quedarse como lo ha hecho Manu Barreiro. No hace mucho veía los partidos desde la grada. Incomprensiblemente. Porque el de Santiago es mucho jugador. Puede marcar o no, pero su aportación a un equipo como el albiazul es imprescindible. Bajar balones, fijar centrales, caer a bandas. Se le echaba en falta luego mordiendo el área, pero ahora ya no. Su segundo gol, tercero del Alavés, pareció una copia exacta de los anteriores. Aperturas a banda, entradas en velocidad, centros rasos. Y balones que encuentran rematador o rematadores que encuentran balón.
¿Toca mirar para arriba?
La victoria coloca a los babazorros octavos en la clasificación, comandando el atasco de la clase media. Hasta ocho equipos separados por un punto, 37 o 38. Doce más le faltarían al Alavés para celebrar la permanencia. Quizás toque buscar algo mas, se escuchaba a la salida de Mendizorrotza. El colchón con el descenso se ha ido hasta los nueve puntos y el playoff queda bastante mas cerca, cinco puntos, pero solo queda ya una plaza libre y muchos aspirantes.
El Alavés que sumaba más fuera que en casa ha desaparecido. El Paseo de Cervantes parece haberse convertido en un fortín, algo clave para la permanencia pero quizás no suficiente para soñar con algo más. Y con la intención de traerse algo positivo visitarán Lugo este domingo los pupilos de Alberto. Se echa de menos en los últimos encuentros aquella dinámica del tostón, la de los partidos cerrados con pocas oportunidades, aquellos partidos que hacían afición al curling, esos 0-0 que te aupan a un playoff. Pero no es el Anxo Carro lugar para el cerocerismo o al menos eso querrán demostrar los de Quique Setién, el deseado.
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